La realidad del lobo ibérico

4 de noviembre de 2019

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5,5 minutos

Como podemos comprobar por los datos oficiales del último censo del lobo en 2014, se confirma la presencia de 297 manadas en España, estando varias de ellas compartidas entre diferentes comunidades autónomas. Es importante resaltar que es un dato «prudente», de manera que solo se incluyen las manadas seguras, no contabilizando aquellas para las que no hay certeza.

Desde la fundación Artemisan, y revisada diferente bibliografía científica, podría decirse que en 2014 existían en España entre 2.300 y 3.250 lobos, en función de los datos medios más o menos conservadores del número de lobos por manada, dependiendo de la época del año y de porcentajes medios de mortandad.

Según los últimos estudios realizados en Castilla y León (comunidad que alberga la mayoría de lobos en España) a través del programa «Infolobo», cada año se produce un incremento importante del número de manadas y, por ende, de lobos en nuestro país. Solo en Castilla y León, y en conversación mantenida con el investigador Mario Sáenz de Buruaga (Consultora de Recursos Naturales), son alrededor de una docena de nuevas manadas las que se han podido censar en los últimos cinco años, todo ello en colaboración con agentes medioambientales y celadores.

Las restricciones a su caza, tanto en regiones donde el lobo es cinegética como donde se ejerce un control de poblaciones (permitido por las directivas europeas), provocan que el lobo no solo disponga de una excelente salud en España, sino que contemos con la segunda población de lobo más importante de Europa, tras la que existe en los Cárpatos.

Cazar para conservar

Y para aquellos escépticos sobre el modelo de gestión del lobo, les podemos decir que el 65 por ciento de las manadas se encuentran en comunidades cinegéticas (teniendo en cuenta que en Castilla y León solo lo es al norte del Duero). Puede ser difícil de entender cómo donde el lobo se caza su población aumenta; y, al contrario, donde es especie protegida estrictamente, la población se estanca o disminuye, siendo el caso más evidente el de Portugal.

Entonces, ¿dónde está el conflicto? Pues según la investigación disponible, el conflicto se encuentra en la llegada del lobo a territorios de los que desapareció hace ya muchos años y en los que la convivencia con la ganadería es difícil, por no decir imposible. Cazar para conservar, una paradoja que se repite en otras tantas especies.

La caza fomenta un crecimiento controlado de la población de lobo dado que, junto con medidas preventivas como el uso de mastines y vallados, consigue disminuir los ataques a la ganadería tradicional, que generan un gran conflicto social para quienes tienen el ganado como medio de vida. Una afirmación que se apoya en los resultados de gestión de los últimos 50 años en Castilla y León, que alberga la mayoría de lobos que viven en la península ibérica.

Es importante recalcar que estamos hablando de una única población de lobo en España, por lo que no hay ningún argumento técnico o científico que avale la actual sinrazón de haber separado el norte del sur del Duero, más allá de que, cuando se desarrollaron las directivas europeas, en este caso la directiva de hábitat, se declaró protegida al sur del Duero porque sus poblaciones eran mínimas o inexistentes. De esto hace ya 27 años.

Que la Administración esté pagando indemnizaciones millonarias, que se esté gastando dinero público en el control de la población del lobo cuando un cazador puede llegar a pagar miles de euros que revertirían en los ayuntamientos competentes, no deja de ser un sinsentido.

Las noticias de lobos «furtiveados» y «envenenados», víctimas de este conflicto, no hacen sino reforzar la necesidad de abordar esta situación con serenidad y lejos de extremos, que ni para el lobo ni para ninguna especie funcionan.

El lobo es una especie que hay que conservar y proteger. No cabe duda de que es, seguramente, la especie más emblemática de nuestro medio natural, situada en la parte más alta de la pirámide nutricional. El lobo causa empatía y muchos de nosotros nos hemos aficionado a la naturaleza a través de los reportajes de El Hombre y la Tierra donde la especie era una de sus protagonistas.

Pero hablando de Félix Rodríguez de la Fuente, cuya figura han intentado usar muchas organizaciones para beneficios propios y como defensor del lobo, fue él mismo el que, hace décadas, promovió que fuera especie cinegética cuando la población era mínima en nuestro país. Entendía que las posturas radicales tanto de los antilobo como de los que lo consideran un ‘dios’, solo puede traer prejuicios para la especie.

«Que el lobo viva donde pueda y donde deba vivir», es la mejor manera con la que Félix nos mostró cuál era el camino para la especie.

Noticia publicada en ABC el día 4 de noviembre de 2019. Lee la noticia original aquí

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